No Trabajo, No Renta: Diez meses de organizar la lucha de inquilinxs
Traducción al español: Comité de Justicia de Lenguaje del Sindicato de Inquilinxs de Los Ángeles Abril 2021
Una Nueva Generación de Organizadorxs
Durante los últimos diez meses, la pandemia del Coronavirus y las crisis sociales y económicas que la acompañan han transformado el proyecto de Eliminar a lxs Propietarixs de Tugurios, junto con la mayoría de los otros aspectos de nuestras vidas. Lxs inquilinxs han enfrentado una nueva e inesperada emergencia y tuvimos que madurar rápidamente para poder enfrentarla. En marzo decidimos comprometernos de lleno a apoyar las huelgas de renta exigiendo la cancelación de rentas y la consiguiente campaña ha transformado completamente nuestro proyecto. Hemos tenido tropiezos, hemos errado, pero en general, creemos que hemos pasado la prueba del momento.
El ámbito de nuestra organización se ha expandido dramáticamente, de un grupo de 13 voluntarixs trabajando en siete propiedades al principio del año a un grupo de más de 40 organizadorxs trabajando en 20 locales y persiguiendo nuevas pistas todo el tiempo. Nuestro trabajo también se ha profundizado. Antes de la pandemia, la mayor parte de lo que hicimos fue activismo en lugar de organizar verdaderamente. Apoyamos a personas o grupos pequeños clamando sobre las condiciones de los barrios de tugurios y la gestión abusiva sin nunca movilizar a la mayoría de inquilinxs a que tomaran acción. Hoy en día estamos apoyando a más de una docena de huelgas de renta, muchas de las cuales incluyen a una mayoría de lxs inquilinxs en esas propiedades. En cada edificio donde estamos operando hay un comité de líderes que hacen la mayor parte del trabajo para movilizar a sus vecinxs. Y cuando activamos nuestra estructura organizadora, podemos lograr tener cientxs de inquilinxs de clase trabajadora en las calles. En parte, podemos hacer todo esto porque las circunstancias extraordinarias inspiraron a inquilinxs comunes así como a activistas de la izquierda para hacer cosas difíciles que nunca hubieran contemplado en tiempos normales. Pero también desarrollamos nuevas estrategias, nuevas expectativas y nuevos programas de capacitación para ampliar nuestra capacidad y estar a la altura deldesafío.
En general, creemos que los últimos diez meses de lucha han reivindicado nuestra orientación estratégica básica: organizando a inquilinxs para utilizar el poder social que tienen como una clase y causar perturbaciones políticas y económicas. De hecho, hemos sido forzadxs a adherirnos a nuestros puntos de vista con más lealtad que antes. En los meses que se avecinan, creemos que sobre todo debemos seguir organizándonos para asegurar que más inquilinxs colectivamente se rehúsen a pagar. Debemos imponer el costo de la crisis sobre lxs proprietarixs de todos los tamaños así como de los gobiernos estatales y municipales, mientras mantenemos a los inquilinxs protestando en las calles. Debemos continuar construyendo nuestra capacidad de acción directa para organizar una amenaza creíble a la reanudación de los desalojos. Ofrecemos este documento para mostrar cómo lo podemos hacer.
Durante la pandemia, nos ha emocionado ver una nueva generación de organizadorxs radicales de inquilinxs que está tomando un papel de liderazgo en la lucha, no solamente aquí en Washington, pero en todo el país. La mayoría de estxs organizadorxs están afiliadxs ya sea con Democratic Socialists of America, DSA, (por sus siglas en inglés) o la nueva Red Autónoma de Sindicatos de Inquilinxs, ATUN (por sus siglas en inglés), dos formaciones con las que hemos decidido trabajar. Este informe está dirigido principalmente a nuestras amistades y camaradas en estos círculos, que están enfrentando desafíos similares a los que abordamos durante el curso de la pandemia. Hemos visto que si aplicamos las técnicas correctas, es posible liberarse de los rituales de la política de las ONG y establecer organizaciones serias y luchadoras de la clase trabajadora con mínimos recursos. Esperamos que este relato sea útil para quienes aspiran a lo que hicimos, porque no podemos solxs ganar esta lucha. Para evitar la inminente crisis de desalojos, necesitamos construir un movimiento nacional de inquilinxs más grande. Si usted está leyendo esto, queremos que se una a nosotrxs.
Qué ganaron lxs inquilinxs
Durante el curso de la pandemia, vimos algunas de las piezas más importantes de la política de vivienda promulgada en nuestras vidas. En marzo, el Gobierno de DC puso una amplia moratoria sobre los desalojos y cerró el tribunal de propietarixs-inquilinxs. La moratoria sobre los desalojos se ha extendido varias veces y continuará por lo menos hasta junio de 2021. Después que una mezcla de protecciones de desalojo locales y estatales empezaron a desmoronarse, el Centro del Control de Enfermedades, CDC (por sus siglas en inglés) utilizó poderes de emergencia sin precedentes para implementar una moratoria nacional de desalojos. Claramente, las protecciones temporales para lxs inquilinxs del CDC, específicas y sujetas a condiciones de recursos, son inadecuadas y seguimos agitando para que se cancele la renta, sin esto la crisis de desalojo solamente se retrasa. Pero debemos reconocer que la moratoria nacional de los desalojos es una intervención notablemente significativa en el mercado de la vivienda, especialmente en comparación con el último medio siglo de política de vivienda federal. La moratoria, aunque es limitada, salvará vidas.
Un año sin desalojos en Washington, hubiera sido algo inconcebible el año pasado y la historia de la política de vivienda sugiere que estas protecciones de emergencia eran de ninguna manera inevitables. Hace una década, millones de propietarixs estaban perdiendo sus hogares por ejecución hipotecaria y ambas administraciones de Obama y Bush tuvieron una oportunidad para responder agresivamente. Rescatando a lxs dueñxs de casas o incluso promulgando protecciones temporales en el momento adecuado, probablemente hubiera estabilizado la economía y podría haber ayudado a los partidos de ambos presidentes evitar humillantes derrotas electorales. Pero lxs dueñxs de casas no fueron rescatadxs. Con algunas excepciones heroicas, lxs dueñxs de casas estadounidenses no se defendieron cuando estaban siendo robadxs y desalojadxs por los ampliamente despreciados bancos entre los años 2007 y 2011, y casi no recibieron ayuda del estado.
Esta vez fue diferente. En todo el país, lxs inquilinxs que repentinamente perdieron sus empleos y no pudieron pagar la renta se defendieron por sí mismxs: las huelgas de renta brotaron ampliamente, manifestantes cerraron los tribunales, activistas bloquearon viviendas para detener desalojos ilegales. La militancia del nuevo movimiento de inquilinxs y sus logros probablemente son inseparables del levantamiento general que estalló en mayo y junio. En un momento donde gente luchó y a menudo dominó a la policía por el control de las calles en prácticamente todas las ciudades del país, cualquier tipo de protesta amenazaba con avanzar de una simple perturbación a una rebelión activa. Si el CDC nunca hubiera emitido la moratoria y si la policía hubiera empezado a llevar a cabo los desalojos de hasta una fracción de los estimados 30 millones de personas que se habían atrasado en pagar la renta durante el verano, los disturbios no hubieran sido un resultado sorprendente.
Esta historia aún no tiene un final. Mientras terminamos el informe en el medio de febrero de 2021, una inminente ola de desalojos parece menos probable que nunca. En el proyecto de ley de estímulo aprobado en diciembre, el Congreso autorizó miles de millones en asistencia de alquiler y la recién instalada administración Biden promete incluir miles de millones más. Por supuesto, no vamos a contar con promesas y seguimos movilizándonos para asegurar que lxs inquilinxs no están supuestxs a pagar por la crisis. Y aunque se resuelva la actual crisis, la lucha continuará para millones de inquilinxs que pagan demasiado por condiciones deficientes en ciudades segregadas y aburguesadas. Es importante comprender cómo lxs inquilinxs ganamos lo que hemos ganado hasta ahora para que podamos hacer un plan para seguir ganando.
“Empezamos a organizarnos en octubre después que vimos las cosas de nuestrx vecinx afuera bajo la lluvia en la grama. Algunas personas tienen más de $10,000 de deuda. El otro día le llevé comida a un vecino mío quien conoció a un hombre que fue desalojado. Él dijo, ‘Bueno, sabes, de hecho lo vi el otro día. Está recogiendo latas en la calle. Lo vi en la parada del bus. No se ve muy bien.’”
Henry, LaSalle Park, Maryland
PARTE 1: Organizando en una crisis
Decidiendo luchar
Lxs principales organizadorxs en nuestro proyecto son Marxistas: creemos que las crisis sistémicas juegan un papel decisivo en la lucha de clases. Hemos aprendido bastante de lxs teoristas que enfatizan la importancia de las crisis sociales y económicas para romper los hábitos de quiescencia y abrir posibilidades para luchar. Pero eso no significaba que estuviéramos preparadxs para enfrentar una crisis sistémica real.
A finales de marzo publicamos algunos comentarios delineando nuestra perspectiva en respuesta a la crisis de desalojo que recién había aparecido en el horizonte. Es algo extraño revisar el documento ahora. En aquel entonces se desestimó la posibilidad de organizar huelgas de renta y recomendamos un enfoque doble de ayudar a lxs inquilinxs aprovechar las protecciones legales que existían y hacer campaña por más legislación para crear mejores protecciones. Nuestra actitud fue en su mayoría defensiva, enfocada en detener los desalojos sin pensar mucho en lo que vendría después. No mencionamos nada acerca de luchar para cancelar las rentas. Abandonamos esta posición casi inmediatamente y en pocas semanas habíamos sentado las bases para huelgas en un número de propiedades importantes. Pero pensamos que es importante examinar por qué estábamos muy pesimistas al principio de la pandemia. En retrospecto, sabemos que había una oportunidad para un movimiento masivo, pero no pudimos verlo. ¿Por qué?
En marzo fue fácil ceder a la desesperación y al pesimismo. Todxs estábamos asustadxs de un virus que nadie entendía, de la inesperada inseguridad económica que de pronto estábamos enfrentando, del aislamiento social, y de nuestra incertidumbre sobre cómo sería el futuro. El miedo nos paraliza y el pensamiento racional deja de funcionar. Nada es más tóxico para organizar. Agobiadxs por la escala de la catástrofe, muchos de nosotrxs quisimos alejarnos de la política en un momento cuando era más importante encontrar posibilidades para organizar. Mientras luchábamos con desafíos internos, los obstáculos logísticos para el lanzamiento de cualquier nueva organización eran enormes. Nuestro trabajo hasta ese punto dependía en gran medida de sondear de puerta en puerta y de reuniones en persona. Organizar por medio del teléfono y en Zoom parecía imposible. Mientras tanto, no entendíamos como lxs inquilinxs que no podían pagar porque no tenían un salario, podían tener poder para hacer demandas. En lugar de pensar en estas cuestiones complicadas, era fácil descartar la idea. Sentíamos que sabíamos lo que estábamos haciendo: de hecho, ya habíamos organizado huelgas de renta, a diferencia de la mayoría de personas que comparten #RentStrike2020 memes [memes de huelgas de renta 2020]. Al final este conocimiento fue un recurso tremendo, pero al principio nos tropezamos con nuestra propia experiencia. La novedad y lo extraño de la situación desafió cualquier sentido de que éramos expertxs ó que sabíamos que hacer. Como el modelo que habíamos estado usando obviamente no iba a funcionar, estuvimos reflexivamente sospechosxs de que no podíamos hacer nada. En nuestra experiencia, lxs activistas frecuentemente quedan atrapadxs en esta trampa. Especialmente en los momentos de crisis cuando la creatividad es más importante. En nuestro caso, las fuerzas externas intervinieron para ayudar.
A principios de marzo nos las arreglamos. La junta del Sindicato de Inquilinxs de DC, (DCTU por sus siglas en inglés) la cual incluyó algunxs de nuestro grupo, decidió enfocarse en cerrar los tribunales de propietarixs/inqulinxs y movilizamos nuestrxs redes para presionar al Concejal del Distrito de Columbia con llamadas y correos electrónicos. Esto se logró sin mucha lucha. Lxs líderxs decidieron circular una petición enfocándose en una nueva demanda: cancelar la renta. Esta petición, que se distribuyó a una lista de unas cientas de personas, rápidamente colectó más de 4,000 firmas. Empezamos a sospechar que podría haber una oleada de apoyo a protecciones más agresivas para inquilinxs. Las autoridades parecían compartir la sospecha, y dentro de un par de semanas la Alcaldesa promulgó una moratoria sobre desalojos que permaneceria hasta julio.
Al final, la inspiración para nuestro cambio estratégico hacia la huelga de renta vino de una lucha en una propiedad llamada Southern Towers, un extenso complejo de 5 edificios en Alexandria, Virginia. Southern Towers es hogar para más de 2,300 familias, muchas de ellas son inmigrantes de África y Asia, que trabajan en el sector de servicio, especialmente en el cercano Aeropuerto Nacional y las industrias conectadas a él. Cuando la pandemia azotó y esos sectores de la economía cerraron, miles de cocinerxs, meserxs, conserjes, limpiadorxs, conductorxs de Uber, maleterxs y otros viviendo en la propiedad, de pronto no pudieron pagar la renta mientras luchaban para lidiar con el avaro y atrasado sistema de desempleos de Virginia. Un grupito de ellxs decidió contraatacar y empezaron a reunirse por Zoom para discutir un plan y exigir que el dueñx de la propiedad, una inversión de bienes raíces masiva llamada Bell Partners, cancelara la renta. Lxs liderxs de este grupo eran miembrxs activos de Unite Here 23 (Únete Aquí 23), un sindicato militante y progresivo de trabajadorxs de servicios de alimentos, casi todxs de ellxs también estaban desempleadxs. El personal y liderazgo de la local, reconociendo la necesidad de ser flexibles para convertirse en un sindicato efectivo de trabajadorxs desempleadxs, se comprometió a apoyar la lucha de Southern Towers. Y el empuje hacia una huelga de renta comenzó.
Este pequeño grupo de inquilinxs activistas empezó a llamar por teléfono a lxs vecinxs a quienes ya conocían, solicitando que firmaran la petición. A medida que se apuntaban más personas, organizaron el mismo tipo de estructura que Unite Here establecería en una campaña para organizar un lugar de trabajo: un comité organizador. A cada persona que firmó la petición se le pidió reclutar más gente, principalmente por medio de sus redes sociales. Inquilinxs que demostraron una habilidad para reclutar un número grande de firmantes fueron a su vez reclutadxs para el comité y se les asignó una lista de firmantes para mantenerse en contacto con ellxs. El comité se reunió solamente por medio de Zoom y al principio evitó visitas de casas en persona y a pesar de estos desafíos la estructura funcionó y en un par de semanas, más de 300 personas habían firmado la petición y el comité animó a la gente a que se rehusaran a pagar y se preparó para acción pública. Algunxs organizadorxs habían trabajado para Local 23 como empleadxs o como organizadorxs voluntarixs, así que estábamos hablando con lxs liderxs de Southern Towers desde el principio. Ya no era posible ignorar la conversación sobre una huelga de renta, como una conversación en línea inútil. Habíamos visto amistades sin previa experiencia en luchas de vivienda rápidamente convertirse en algunxs de lxs organizadorxs de inquilinxs más efectivxs en la región. Decidimos que debíamos intentar lo que estaban haciendo y todo lo que vino después fue determinado por nuestra elección.
“Lxs proprietarxs de estos edificios han recibido miles de Dólares que no se merecen. Han subido mi renta dos veces durante la pandemia. En mi edificio, personas han fallecido de Coronavirus. Y lxs propietarixs del edificio no han venido ni siquiera a limpiar el edificio para nosotrxs.”
Estela, Meridian Heights, D.C
Organizando a lxs organizadorxs
Una vez que nos comprometimos, nos dimos cuenta de que la demanda para ayuda con la organización era abrumadora —en parte por lo desesperante de la situación, pero también porque la gente reconoció que la crisis no era su culpa. En la última semana de Marzo, uno de nuestrxs organizadorxs apareció en las noticias locales en la televisión en español y mencionó nuestra línea de emergencia; en las siguientes 24 horas más de 100 inquilinxs nos llamaron preguntando qué podían hacer para poder cancelar su renta. Organizamos un grupo de nuestrxs voluntarixs para contestar los teléfonos y tratamos de contestar a todxs lxs que nos dejaron mensajes. Conectamos a personas que llamaban de la misma propiedad, identificamos grupos de inquilinxs en edificios que ya se habían registrado en la petición de DCTU en contra la renta, y les contactamos y llamamos a viejxs contactxs de nuestro sondeo anti-desalojo para ver cómo estaban. Empezamos a llamar a personas de quienes habíamos perdido la pista, en los edificios donde habíamos estado tratando de organizar para ver cómo las circunstancias de la gente había cambiado. Una vez que hicimos los llamados a voluntarixs nos dimos cuenta que un gran número de personas en la red de activistas de DSA y otras redes estaban atrapadxs en casa y desesperadxs por hacer algo y marcar la diferencia en medio de una crisis masiva, así que reclutamos tantxs voluntarixs como pudimos para hacer llamadas.
Cuando hablamos con lxs inquilinxs, les dijimos que empezaran a hablar con sus vecinxs para hacer una lista de las personas que estuvieran de acuerdo a que no pagaran la renta(regularmente agregandolxs a la petición para cancelar la renta). Explicamos que necesitaban enfrentar a lxs propietarixs y necesitaban números para hacerlo. En cuanto lxs primerxs inquilinxs que nos llamaron corrieron la voz, más y más llamadas llegaron, frecuentemente de las partes más alejadas de los extensos suburbios de Virginia y Maryland donde teníamos poca experiencia. Pero a medida que nuestra operación creció, luchamos: algunxs de nuestrxs, organizadorxs trabajaron 16 horas al día, pero aún así, no podíamos con todo. Algunas personas lucharon por conectarse con sus vecinxs y se rindieron, otras personas se acercaron a lxs propietarixs rápidamente sin ninguna organización significativa y firmaron acuerdos informales desaconsejados, algunas decidieron simplemente mudarse, y muchas personas simplemente dejaron de responder a nuestras llamadas. De las 100 personas que nos llamaron después de aparecer en televisión, nos mantuvimos en contacto con menos de 10. Nos dimos cuenta que necesitábamos perfeccionar nuestro enfoque para mantener a la gente organizada para una larga lucha.
Para organizar a la escala que el momento exigía, necesitábamos desarrollar nuestros métodos. Fuimos afortunadxs de tener una relación estrecha con organizadorxs experimentadxs en Unite Here Local 23, quienes se habían lanzado a la lucha en Southern Towers, y nos ayudaron a reconsiderar nuestro trabajo. Antes de la pandemia, habíamos estado explorando los sindicatos de trabajo como modelo—adaptando sus técnicas para organizar un sindicato de inquilinxs y huelgas de renta—pero durante la pandemia llevamos esto más allá. Reflejando en las técnicas de organización de un sindicato, nuestro entendimiento de lo que significa el liderazgo, el comité como una forma organizacional, y nuestra habilidad de movilizar personas a tomar acción por medio de conversaciones de persona-en-persona se profundizó. Creamos una capacitación mucho más rigurosa para nuestrxs organizadorxs para compartir estas lecciones y adoptar una nueva estructura organizacional para mantener un creciente grupo de voluntarixs en una lucha complicada, a menudo caótica.
Reconocimos que la campaña en Southern Towers estaba teniendo éxito porque estaba basada en un liderazgo orgánico. Lxs inquilinxs en el comité estaban tomando la responsabilidad de crear, mantener y activar a sus propios grupos de seguidorxs. Comprendimos que necesitábamos encontrar gente con esa capacidad de liderazgo y de crear estructuras similares en edificios donde la gente nos contactaba.
Reflejando en los previos pasos hacia esta dirección, sabíamos que teníamos mucho que aprender. En los primeros días de la organización de Eliminemos a lxs Propietarixs de Tugurios (SOS) por sus siglas en inglés), habíamos aspirado a crear comités, pero luchamos para contratar a verdaderxs líderes de inquilinxs que podían mover un número significativo de sus vecinxs para tomar acción. Solíamos trabajar con la gente más ruidosa y agitada que conocimos, no con las personas que podrían realmente persuadir y motivar a otrxs. Generalmente, la gente con quien trabajamos eran activistas, no liderxs: ellxs estaban felices de enfrentar a lxs propietarixs o hacer demandas a unx políticx o contar su historia en los medios pero rara vez tenían seguidores que se les unieran en la lucha. En el mejor de los casos, reclutamos inquilinxs que sondearon a sus vecinxs, regularmente dando información de ‘conozca sus derechos’ o difundir encuestas y peticiones sobre las condiciones, pero por lo general descuidamos de realmente capacitarlxs para hacer un alcance efectivo o reclutar a un grupo de personas que les ayudara, así que, con frecuencia, estxs activistas se sintieron abatidxs o desesperadxs.
En la práctica, fueron nuestrxs voluntarixs y no lxs supuestos liderxs en los edificios quienes persuadieron a lxs inquilinxs a asistir a las reuniones, firmar las peticiones, unirse a nosotrxs para protestar, ó a retener su renta. Como era de esperar, los grupos que logramos reunir eran pequeños: por ejemplo la primera huelga de renta que lanzamos incluyó menos de 20 % de lxs inqulinxs del edificio. Cuando ganamos las concesiones era por lo general porque logramos llamar la atención en la prensa y avergonzar a alguna agencia política o reguladora para intervenir y ayudar a lxs inquilinxs. Esto es lo que lxs organizadorxs comunitarixs hacen la mayor parte del tiempo, pero no funcionaba ante la crisis que enfrentamos al principio de la pandemia. Habíamos reconocido estos problemas antes de la pandemia y habíamos estado buscando las herramientas de lxs organizadorxs sindicales para superarlos, pero los viejos hábitos mostraron ser difíciles de superar.
Presenciar la lucha en Southern Towers y observar el modelo para organizar de Unite Here desde adentro, clarificó lo que necesitábamos hacer. Nos comprometimos a crear el comité como la base de nuestra estrategia. Aprendimos que podíamos aspirar a realmente mover la mayoría de personas, pero hacerlo requería un nivel más alto de liderazgo que jamás habíamos logrado. Aprendimos que necesitábamos saber identificar líderxs potenciales que ya tenían una red social existente ó el deseo y la habilidad de salir y construir una red de contactos.
Mientras trazamos las redes sociales de nuestrxs primerxs contactxs y nos subdividimos distribuyendo volantes y tocando puertas, tratamos de evaluar quién de las personas con quienes hablamos podrían ser líderxs y después lxs evaluamos. Aprendimos a asignar tareas a las personas y ver si ellas podían movilizar a sus vecinxs. Si podían, nos enfocamos en reclutarlxs, si se les hacía difícil, pero mostraban voluntad de seguir intentándolo, trabajamos para capacitarlxs. Aprendimos que teníamos que reclutar líderxs múltiples que podrían complementarse entre sí, cubriendo distintos grupos, idealmente personas con quienes ellxs ya tenían una relación. Nos enfocamos en reclutar líderxs de grupos de iglesias, capitanes de equipo de fútbol, maestrxs de la parrilla, organizadorxs de chats de grupos de la industria de servicios, personas chismosas que conocen los negocios de todxs y personas que ganaron a sus vecinxs con carisma, confianza, empatía y calma bajo presión. Conseguimos a la gente que podía ir a traer más gente.
Aprender a trabajar con líderxs de verdad fue un paso crucial que hizo nuestro trabajo sostenible y escalable: facultó a nuestrxs voluntarixs a dejar de tratar de hablar con todxs y concentrarse en mover a la gente que podía mover a otrxs. Aprendimos que verdaderxs líderxs son a menudo escépticos al principio de la acción colectiva arriesgada , pero necesitábamos hacer el trabajo para persuadirlxs, en lugar de simplemente seguir adelante con una coalición de personas dispuestas. Y en el curso de hacer ese trabajo, aprendimos lo que realmente se necesita para impulsar a la gente a la acción.
“Por lo menos la mitad de mis vecinxs en el Woodner trabajan en hospitalidad. Estamos pidiendo a nivel local y federal la cancelación de rentas. Como el Sindicato de Inquilinxs del Woodner, estamos presentes para nuestrxs vecinxs. Estamos distribuyendo comida y productos necesarios para las personas que lo necesitan. Necesitamos esta ayuda para continuar no solamente al nivel de nuestro vecindario, sino también al nivel federal.”
Karla, The Woodner, D.C.
Profundizando
Un principio importante que hemos aprendido trabajando con el sindicato es que para cambiar con éxito las mentes y mover a la gente hacía la acción, teníamos que profundizar más de lo que estábamos acostumbradxs. Habíamos hablado acerca de crear confianza con la gente, pero en realidad no sabíamos cómo hacerlo. Cuando hablábamos con inquilinxs, hablábamos acerca de la situación a mano: Cuál era el problema con el lugar en el que vivían, por qué la persona propietaria era mala, qué podíamos hacer para ponerle remedio a la situación. Creíamos que podíamos mover a la gente a la acción a través de argumentos racionales –convenciendolxs que estaban siendo tratadxs injustamente, que tenían derechos que debían ser respetados, y que teníamos un buen plan para hacer la diferencia. Pero nunca lidiamos con los obstáculos emocionales que obstruyen las formas de organizarse: resignación, desesperanza, dudas, vergüenza, y miedo. Como tal, en el pasado, luchábamos por mantener a nuestrxs contactos motivadxs a largo plazo y en mantener a la gente comprometida a la lucha cuando las cosas se ponían difíciles o cuando nuestros planes no daban buenos resultados.
El año pasado, a pesar de todxs los obstáculos que la pandemia conlleva, hemos logrado mantener organizaciones unidas durante las altas y bajas. Lo logramos aprendiendo a trabajar con los sentimientos de las personas, algo que solo podíamos hacer si lxs entendiamos mejor, aprendiendo acerca de sus ambiciones y esperanzas, sus miedos y arrepentimientos, sus trabajos y familias, sus pasados y creencias. También tuvimos que aprender a ser mucho más vulnerables de lo que que estábamos acostumbrados, compartir nuestras historias y hablar de nuestros sentimientos para poder construir relaciones genuinas. Y tuvimos que desarrollar la fuerza de voluntad para rehusarnos a que la gente se diera por vencida y continuar empujandolxs cuando las cosas se ponían difíciles.
Nada de esto era natural para lxs organizadorxs o líderes de inquilinxs, en gran parte porque todas las instituciones hegemónicas de nuestra sociedad promueven una mente individualista y competitiva para mantenernos desorganizadxs. Necesitábamos enseñar a futurxs organizadorxs las herramientas para identificar líderes potenciales y moverles a la acción, y después tuvimos que asegurarnos que lxs voluntarixs estuvieran realmente implementando estas lecciones. En Junio, trabajamos con unx organizadorx del Local 23 para preparar y liderar un programa de capacitación basado en el material de Unite Here que usan con sus propixs miembrxs y personal. Instituimos un entrenamiento semanal de dos horas y empujamos a todxs nuestrxs voluntarixs de comprometerse a asistir. Hicimos que la gente practicara compartiendo historias personales haciendo preguntas abiertas y conversaciones a través de viñetas teatrales que necesitaban tener con líderes. Les dimos tarea y esperabamos que la gente implementara inmediatamente las lecciones que les estábamos enseñando y que reportaransu progreso. Cubrimos destrezas fundamentales: mapas sociales e identificación de líderes, agitación, reclutamiento, contando historias inoculación, empujar; y tuvimos a la gente practicando en conjunto por medio de juegos de roles.
Lxs organizadores encontraron que estas capacitaciones expandieron su capacidad casi inmediatamente. Los materiales escritos y las herramientas conceptuales del sindicato fueron valiosas, pero lo que fue crucial para nosotrxs fue tener a unx organizadorx con experiencia, dispuestx a ayudarnos a pensar los problemas y diseñar un programa de capacitación que tuviera sentido bajo las circunstancias – y como todo lo demás, organizar a nuestrxs organizadorxs para que asistieran. A medida que nos expandíamos, refinamos nuestra estructura de organización, también, asegurándonos que cada organizadorx se sintiera como parte de una comunidad. Cada voluntarix es parte de un equipo organizador de dos a cuatro personas, idealmente con diferentes niveles de experiencia, enfocadxs en una propiedad o grupo de propiedades particulares. Cada equipo se reporta a unx organizadorx líder principal para mantener contacto regular. Todos los equipos de organización son parte de tres brigadas más grandes, donde cada cual tiene unxs cuantxs organizadorxs líderes principales responsables de mantener el contacto con todxs nuestrxs organizadorxs, mantenerlos enfocadxs, y movilizarlxs para acciones grandes, y lxs líderes de brigadas reuniéndose regularmente para coordinar el proyecto y el programa de capacitación.
Los métodos y estrategias que aprendimos del sindicato nos ayudaron a enfocarnos en lo que realmente nos importaba. Esto fue crucial para la situación en la que nos encontrábamos en la primavera, cuando había más gente pidiendo más ayuda de la que podiamos razonablemente ofrecer. Necesitábamos tomar decisiones difíciles y priorizar. Decidimos que nuestro principal objetivo era desarrollar liderazgo y construir estructuras que pudieran movilizar a las masas. Inevitablemente, eso significó que nos orientáramos lejos de cualquier clase de casos individuales y nos acostumbramos a referir gente a redes de ayuda mutua u organizaciones de servicios legales cuando había problemas que no se prestaban a la organización. Nuestras estrategias parecían funcionar mejor y, sin duda, se ampliaban rápidamente en los complejos de apartamentos grandes, así que en eso nos enfocamos. Hablamos de tratar de apoyar a lxs inquilinxs en casas unifamiliares y en pequeños edificios de apartamentos, pero en la práctica esto no tenía sentido, y no daba frutos más allá de obtener que un puñado de gente saliera de malas situaciones. Organizar edificios grandes nos permitía llegar a un número más grande de manera más eficiente, y también prometía un significado potencialmente político porque nos enfrentaba a un conflicto con personas propietarias y promotorxs más grandes, bien conectadxs y económicamente importantes Fue difícil descartar algunas posibilidades en ese momento, pero en retrospectiva no habríamos podido hacer lo que hicimos sino hubiéramos decidido que era lo que no íbamos a hacer.
“Cuando yo era pequeña, mi hermana y yo encontramos una manera rápida de limpiar nuestro cuarto, empujando todas nuestras cosas debajo de la cama y en el closet. Mi mamá era lo suficiente sábia de venir a revisar debajo de la cama, y el closet, y encontrar que no lo habíamos hecho correctamente. Y entonces nos hacía que lo hiciéramos bien. Comparto esta historia con todxs porque quiero que el gobierno sepa que tienen que dejar de empujar todas las cosas debajo de la cama y en el closet.”
Jewel, Park 7, D.C.
PARTE 2: El Curso de la Lucha
“Comida Sí Renta No”
Nuestrxs amigxs en Unite Here nos ayudaron con herramientas para construir y mantener una organización, pero aún nos enfrentamos a preguntas estratégicas mayores. Llegó el 1 de Abril, la renta tenía que pagarse y todavía no entendíamos qué significaba irse a la huelga de renta cuando la gente simplemente no podía pagar. Tal como señalamos en nuestro documento en Marzo, la ventaja de lxs inquilinxs en términos en la huelga de renta que observábamos provenía de su habilidad de pagar: rehusar colectivamente a pagar la renta venía con una oferta implícita de hacerlo si la persona propietaria cedía a lo que lxs inquilinxs querian. Sin esa habilidad,¿cómo se suponía que lxs inquilinxs podian ganar algo? Y si la gente sencillamente no podía pagar porque no tenía ingresos ¿Qué significaria organizar? ¿No tendría más sentido preparar una defensa masiva contra los desalojos masivos y presionar al gobierno para recibir un alivio entre tanto? Todas estas eran buenas preguntas, y no llegamos a ninguna respuesta convincente antes de comprometernos a unirnos a la lucha. Cuando empezamos a hablar con la gente, aprendimos mucho de cómo la gente experimentaba la crisis, y trabajamos una estrategia a medida que avanzabamos.
Al principio, estar dispuestxs a mantener conversaciones profundas acerca de la realidad que la gente enfrentaba era más importante que tener toda una estrategia desarrollada. A medida que nos conectábamos con más y más inquilinxs, hablábamos acerca del hecho de que la gente simplemente no podía pagar por razones que estaban fuera de su control y que era irrazonable e injusto que las personas propietarias exigieran un pago. La mayoría de la gente estaba de acuerdo con nosotrxs hasta este punto, así que la motivamos a que se conectaran con vecinxs y colectivamente informar a las personas propietarias que no podían pagar y exigir la cancelación de rentas. Cuando la gente se entusiasmaba con exigir una demanda, les ayudamos a formular una petición y hacer un plan para llevarlo a sus vecinxs. Realmente no esperábamos ganar ninguna concesión de valor de esta manera, pero promoviendo conversaciones acerca de la injusticia de la situación y la necesidad de hacer algo fue un paso inicial necesario para crear una verdadera estructura organizativa. Esto también nos ayudó a evaluar cuál de nuestrxs contactxs iniciales tenía potencial de líderazgo. Más frecuentemente, la gente que probó ser la persona más efectiva de movilizar a sus vecinxs a la acción, no fueron las personas que originalmente nos habían llamado buscando ayuda. Aprendimos a reclutar más intencionalmente, y gradualmente empezamos a formar comités en una serie de propiedades. Todavía no sabemos exactamente qué es lo que estos comités harán, pero fueron los bloques básicos iniciales que más tarde hicieron posible las acciones colectivas.
A medida que hablábamos con más gente, desarrollamos un mejor sentido sobre la voluntad que lxs inquilinxs tenían, aunque fuera restringida. La consigna “comida sí renta no” que oímos por primera vez del Sindicato de Inquilinxs de Los Ángeles, fue clarificante porque nos recordó que lxs inquilinxs todavía tenían que escoger. La gente tenía que pensar en cómo iban a gastar hasta su último centavo, y argumentamos que ellxs deberían gastarlo cuidándose a si mismxs y a sus familias en vez de pagarle a la persona propietaria. Este mensaje resultó ser más importante de lo que anticipamos. No era realmente cierto que fuera imposible que la gente pagara; lo harían, pero a costa de grandes sacrificios y frecuentemente así lo hicieron. Nos encontramos con personas que vaciaron todos sus ahorros, dejaron de comer, sacaron préstamos riesgosos, vendieron sus muebles, pagaron con su tarjeta de crédito, y dejaron de apoyar a sus familiares enfermos y mayores para poder pagar la renta. Muchas personas habían perdido parte de sus ingresos, pero no todas, y ahorraron para poder continuar pagando por lo menos parte de lo que debían. Las personas propietarias también se apresuraron a atrapar a inquilinxs en planes de pago explotadores que no perdonaban ninguna parte de la renta, sino que obligaban a lxs inquilinxs a pagar la renta completa, más la renta atrasada y amenazaban con desalojos en el instante que no pudieran pagar.
Mientras más entendíamos acerca de la situación y las enormes presiones que la gente sentía para pagar, más sentido tenía la idea de una huelga de renta. Creíamos que si lxs inquilinxs se rehusaban a pagar, podrían aguantar para tener una mejor oferta que redujera realmente lo que debían, y no solo aplazar el pago. La redistribución del dolor económico entre las personas propietarias podría presionarlas para que perdonaran por lo menos parte de la renta y llevarlas a exigir ayuda económica por parte del estado. Empezamos a trabajar con comités para organizar que la gente rechazara planes de pago y exigir mejores términos, convenciendo a la gente de que retuviera su renta e incluso hacerlo en solidaridad si seguían teniendo un empleo de tiempo completo. Las personas propietarias nos hicieron saber rápidamente que nuestros esfuerzos estaban funcionando.
El Movimiento se acelera
Ahí donde empezamos a organizarnos, las personas propietarias empezaron a responder. Circularon folletos acerca de cómo estábamos todxs juntxs en esto, anunciando que podrían muy generosamente aceptar pagos parciales o tardíos. Mandaron información sobre seguros de desempleo y otros programas de asistencia, incluso unx se ofreció ayudar a la gente a solicitar trabajo en supermercados. Decían que estaban tratando de obtener más ayuda del gobierno. Durante los primeros meses de la pandemia, ciertas compañías trataron de que lxs inquilinxs firmaran planes de pago donde tenían que aceptar inmediatamente, pagar rentas atrasadas, aun cuando no tenian todavia sueldos solventes. Mientras tanto, las personas propietarias seguían tratando de intimidar a lxs inquilinxs a pesar de haber perdido la amenaza de desalojos, su herramienta más efectiva para mantener a la gente en linéa. Lxs gerentes iban de puerta en puerta para acosar a la gente que debía dinero; lxs guardias de seguridad trataron de que la gente no repartiera folletos o hablaran con sus vecinxs. Todo esto nos decía que las personas propietarias estaban desesperadas por cada dólar que pudieran obtener. Estábamos presionando con efectividad.
El gobierno local trató de intervenir de varias maneras. Algunxs miembrxs simpatizantes del consejo de la ciudad hablaron con lxs inquilinxs para negociar pero sin mucho éxito. En algún momento el intermediarix Latinx del alcalde de DC visitó a algunos de nuestros edificios para tratar de hablar con lxs inquilinxs para que pagaran lo que pudieran y se rieron de él. El Distrito usó fondos del CARES Act para crear un programa de asistencia local, y las personas propietarias empezaron a empujar para que la gente solicitara esos fondos tan pronto como estuvieran disponibles. Esto nos puso en un serio dilema. Estos programas de asistencia podrían claramente desorganizar a la gente haciéndoles competir para obtener la ayuda y alejarse de las soluciones colectivas, al mismo tiempo que ponían dinero en el bolsillo de la persona propietaria, pero tampoco queríamos desanimar a la gente de pedir ayuda. En última instancia los programas de asistencia son tan inadecuados que nuestra actitud hacia ellos no importaba. El proceso de solicitud era difícil e invasivo, los requerimientos eran estrictos y la gran mayoría de las personas que conocíamos que solicitaban, fueron rechazadas o nunca recibieron una respuesta. Las personas propietarias se quejaron de que el proceso de solicitud era demasiado pesado y exigieron que la ciudad empezará a proveer asistencia a ellxs directamente en vez de hacer que lxs inquilinxs la solicitaran, que fue lo que eventualmente hicieron. Vimos esto como un desarrollo positivo, ya que no interferiría con nuestra capacidad de organización.
Otra cosa que se hizo más clara en el transcurso de la primavera, fue como muchas personas estaban desesperadas por el acceso a comida. Nos conectamos con bancos locales de comida, iglesias y redes de ayuda mutua para suplir a lxs inquilinxs con distribución semanal de alimentos en algunos de los edificios. Usamos la ayuda mutua como una manera para que los comités de inquilinxs pudieran crear confianza y relaciones con sus vecinxs, además de crear una lista y dar a conocer la huelga de rentas. Empujamos a lxs líderes de inquilinxs a tomar responsabilidad de la logística de identificar quien necesitaba ayuda y distribución de donaciones para que así pudieran ganar experiencia práctica dirigiendo proyectos. Al igual que las líneas de pan que serpenteaban las avenidas principales de DC, la distribución de comida también radicalizó a la gente que no estaban necesariamente afectada personalmente por la pandemia, para que se lanzaran a la huelga de rentas con sus vecinxs. Confrontaciones con gerentes y la policia tambien politizaron a lxs inquilinxs líderes que no habían anticipado que la policía tratará de detenerlxs de proveer alimentos a sus vecinxs, y fortalecieron las destrezas y el compromiso de lxs miembrxs de comités, –al mismo tiempo que mantenían las barrigas llenas de sus vecinxs.
En los primeros meses, más de mil personas firmaron la petición que nuestros comités habían distribuido en más de una decena de edificios. Toda clase de gente estaba siendo activada, aunque inmigrantes indocumentadxs, que están totalmente excluidxs de beneficios de desempleo y otras medidas de asistencia pública, jugaron un rol importante. Estábamos activxs por toda la ciudad, pero enfocadxs particularmente en Columbia Heights y Mt. Pleasant, áreas gentrificadas del Noreste de Washington, distinguiéndose por una concentración de complejos grandes de apartamentos y por inmigrantes Centro-Americanxs. Donde quiera que íbamos, ya fuera por inquilinxs que estaban desesperadamente pobres o trabajando tranquilamente desde sus casas, encontramos gente que tenían muchas quejas aparte de no poder pagar, desde elevadores descompuestos, infestaciones de ratas, gerentes abusivxs, cuotas injustas y violencia rampante, todas estas fueron incluidas en nuestras demandas. El daño ocasionado por estos problemas creció ya que la gente estaba pasando más tiempo atorada en sus apartamentos. Y frecuentemente, las personas propietarias dieron concesiones a estos problemas, que costaron menos en comparación a las demandas por cancelación de rentas. Preparamos a los comités para “vacunar” a sus vecinxs en contra de soluciones rápidas–que usualmente no duraban más de unas semanas–mientras las usábamos para atraer a más gente a la huelga. Todas las huelgas de renta que empezamos en este período continúan hoy y la mayoría han crecido consistentemente.
“Alcalde Bowser, no permita que las personas propietarias traten a inmigrantes de manera diferente. Solo porque no tenemos documentos. Solo porque ellxs piensan que no pertenecemos aquí. No permita que nuestrxs hijxs vivan en la calle. ¿Cómo vamos a llevar a cabo la cuarentena si no tenemos un lugar donde vivir?
Nos están pidiendo que llevemos mascarillas. ¿Cómo vamos a obtener mascarillas si no tenemos trabajo? Cancele la renta!”
Ale, Buena Vista Apartments, D.C
Llevándolo a las calles
En Mayo, empezamos a pensar en cómo podíamos salir más públicamente con la lucha. Habíamos alcanzado a una mayoría de propiedades que habían firmado peticiones y las habían llevado a las personas propietarias, y queríamos alcanzar el siguiente paso. Queríamos demostrar la escala del movimiento, tanto a las autoridades locales como a lxs inquilinos mismxs. Nos parecía importante darle publicidad a la lucha, especialmente cuando empezamos a pensar acerca de la expiración potencial en Julio del moratorio de desalojos . Pero estábamos nerviosxs sobre reunirnos en persona y participar en protestas. Empezamos a colgar pancartas en las paredes laterales de los edificios, una táctica que enfureció a las personas propietarias, emocionaba a lxs inqulinxs y que trajo mucha atención a los medios de comunicación. Participamos en algunas caravanas de carros en las Southern Towers, el Capitolio y en apoyo al candidatx de DSA para el consejo, pero estas acciones fueron un reto de logística y excluyeron a la mayoría de la gente a la que estábamos tratando de organizar. A medida que las restricciones de emergencia para negocios y reuniones públicas fueron levantadas y las actividades sociales en lugares públicos se normalizaron, decidimos que había llegado el momento de organizar protestas pequeñas y con distancia afuera de los edificios en las avenidas más transitadas. Planeamos estas acciones para la última semana de Mayo. Y entonces la protesta más grande del movimiento en la historia de América, se desencadenó.
El levantamiento que surgió después de la muerte de George Floyd tuvo un impacto profundo en nuestro trabajo. Muchxs de lxs líderes inquilinxs y todxs nuestrxs organizadorxs principales participaron en las protestas, y vivieron la violencia de la represión del estado y la efusión de solidaridad que la represión provocó, ayudando a que todxs nos radicalizáramos. Lo que pasó a finales de Mayo y principios de Junio fue una desviación estremecedora de las protestas ordenadas de rutina que DC había presenciado casi cada día. Viendo y confrontando el racismo criminal del estado, forzó a que cada persona reflexionara más sobre el sentido de lo que estábamos haciendo. Lxs inquilinxs intuitivamente conectaron el racismo institucional de la policía con el racismo manifestado en la segregación de la vivienda, los tugurios, y los desalojos. Nos motivó a escuchar el apoyo amplio hacia las protestas y comentarios acerca de cómo debíamos de ir a la Casa Blanca entre grupos de inmigrantes donde la simpatía con las personas Afro-Americanas definitivamente no es la norma. La explosion nos hizo re-establecer nuestras expectativas acerca de lo que era políticamente posible. Nos habían recordado que el estado estaba perfectamente dispuesto a matar a sus ciudadanxs abiertamente, y por añadidura dejarlxs morir en una pandemia, lo cual afirmaba que estábamos en una lucha entre la vida y la muerte. El tamaño y militancia de las protestas de Mayo y Junio nos inspiraron, y a la gente a nuestro alrededor. Una vez que el gas lacrimógeno se había disipado y las tropas se habían retirado, todo el mundo estuvo de acuerdo que necesitábamos intensificar [la lucha]. Las protestas nos demostraron que podíamos organizar reuniones públicas grandes anticipando precauciones acerca de mascarillas, distancia social, seguridad de micrófono y líquido desinfectante.
En Junio, empezamos la movilización. Nuestrxs cuadrxs en la junta del Sindicato de Inqulinxs de DC avanzaron una propuesta para una manifestación masiva exigiendo que DC cancelara la renta para finales de Julio, justo antes de que el estado de emergencia, que incluía la prohibición de desalojos, estaba a punto de expirar. Una vez que el sindicato anunció la protesta, varios grupos comunitarios y de izquierda se enfilaron a respaldar el plan. Habiendo estado en muchas protestas pequeñas y con poco espíritu, donde estudiantes universitarixs simpatizantes, rotundamente rebasaban a la gente con pellejo en el juego, queríamos asegurarnos que lxs inquilinxs de clase trabajadora eran la base de esta acción. No era cuestión de nuestras preferencias estéticas. Queríamos líderes de diferentes edificios que se conocieran y que actualmente vieran el movimiento del que eran parte, entender que estaba hecho de personas como ellas y desarrollar un sentido más amplio de su poder colectivo.
Activamos nuestra estructura: todos los equipos organizativos a nivel de los edificios trabajaron con sus comités para proponer metas alcanzables e identificar exactamente a quien planeaban reclutar. En las semanas preparativas a la movilización, organizadorxs y líderes inquilinxs tuvieron cientos de conversaciones individuales de reclutamiento con todas personas que creíamos que podíamos llevar. Después regresaron para una conversación de seguimiento también para asegurarse que la gente iba a cumplir. Organizamos a nuestrxs organizadorxs para asegurarnos que cada quien siguiera con su plan y hablaran con suficientes personas para alcanzar las metas. El alcalde anunció la extensión del moratorio de los desalojos unos días antes de la manifestación, pero eso no entibió el entusiasmo de nadie. La estructura pasó la prueba más grande brillantemente. Pudimos traer a más de 150 personas de nuestrxs edificios y otras 50 personas de nuestras redes sociales cercanas, y estimamos que el total sería un poco más de 300 personas. Llenamos el corazón de Columbia Heights por unas horas y marchamos hacia el Woodner, el edificio más grande de apartamentos en el Distrito. Los números que podemos contar son pequeños en relación a las protestas anti-policiacas del verano, pero se pueden comparar favorablemente a lo que cualquier organización local puede hacer, incluyendo grupos con fondos significativos. Pero la manifestación no sólo midió lo que realmente podíamos hacer- aumento nuestra capacidad. Todxs en nuestro proyecto aprendieron lo que toma movilizar a la gente a la acción y obtuvieron recompensas por hacer el trabajo. Lxs líderes inquilinxs se inspiraron y sus expectativas aumentaron. Decidimos que queríamos continuar movilizando y llevar la lucha a las personas propietarias con más agresividad.
El verano se mantuvo caluroso. El día después de la manifestación, lxs inquilinxs de una casa en un suburbio de Maryland de clase trabajadora nos llamaron porque la persona propietaria estaba tratando de desalojarlxs a pesar del moratorio de desalojos y lxs habían amenazado de mandar a algunos de sus hombres a quitarles sus pertenencias. Con solo un día de anunciarlo, logramos reunir a más de 100 personas para confrontar a la persona propietaria y su escuadrón de matones y los corrimos. Una semana más tarde, lo hicimos de nuevo en una propiedad cercana y detuvimos otro desalojo ilegal. Podríamos haber hecho un trabajo mejor conectando estas acciones directas con la organización de largo plazo, pero lxs inquilinxs que nos habían contactado sólo querían comprar tiempo para poder mudarse bajo sus propios términos. La mayoría de estas acciones venian de una escena activista y nos hubiera gustado traer más líderes de los edificios a las acciones, pero la gente que llegó se fue con un sentido renovado de propósito y una creencia que podíamos luchar aún cuando la persona propietaria procediera a desalojar. Las acciones también nos ayudaron a conectar con inquilinxs activistas en Maryland para finalmente empezar el trabajo serio de crear bases en el Condado de Prince George, la sección más pobre de los suburbios de DC y el destino para muchas personas Negras de Washington que habían sido eliminadas por las rentas en aéreas gentrificadas.
En las siguientes semanas cambiamos de velocidad, de la defensiva a las acciones ofensivas. En agosto y septiembre organizamos una serie de delegaciones grandes que marcharon hacia las oficinas de gerentes, las casas de grandes promotores locales y administradores de propiedades, trayendo la lucha directamente a sus puertas. Movilizamos grupos de 20, 30 o 40 inquilinxs de propiedades individuales para estas acciones confiando en nuestra estructura y nuestro modelo organizativo. Líderes de comités tuvieron conversaciones serias de reclutamiento de unx a unx con todxs los que asistieron. Empujamos, pedimos compromisos reales, y dimos seguimiento agresivo. Lxs líderes perfeccionaron su habilidad de movilizar a sus vecinxs a la acción y a las bases de huelguistas,y se conectaron más a la organización. Marchando por los vecindarios ricos como Georgetown, podíamos sentir que nos convertiamos en un poder que se tiene que reconocer.
En el informe que publicamos hace un año, hablamos ampliamente sobre nuestra participación en el Sindicato de Inquilinxs de DC. Esperábamos que la nueva formación se convirtiera en el vehículo principal para la lucha de lxs inquilinxs en el Distrito, y tratamos de enraizarnos en ella tanto como pudimos. Cuando lanzamos nuestra campaña para cancelar la renta, esperábamos construir un sindicato de inquilinxs, y estábamos optimistas sobre su futuro. Por desgracia, no fue así. En cambio, nuestros esfuerzos por lanzar un movimiento de huelga de renta nos llevaron a tener serios conflictos con las organizaciones sin fines de lucro que habían desempeñado un papel destacado en el proceso de organizar el sindicato de inquilinxs. Al final, estos conflictos no pudieron resolverse de forma amistosa, y en septiembre nos retiramos para seguir organizándonos de forma independiente.
Grietas en el Sindicato de Inquilinxs
Siempre habían existido diferencias ideológicas, estratégicas y culturales significativas entre nosotrxs y las organizaciones sin fines de lucro. En general, estas últimas están orientadas a ayudar a lxs inquilinxs a trabajar dentro de sistemas burocráticos como en los procesos de compra de inquilinxs de DC, los tribunales, el ciclo de asignación de fondos del departamento de vivienda y el Consejo de DC. Estas actúan en colaboración con organismos gubernamentales, promotores, abogadxs e instituciones financieras. Capacitan a lxs líderes inquilinxs para que representen a sus vecinxs en las negociaciones con lxs propietarixs y en las audiencias del consejo y similares, no para que movilicen a sus vecinxs para una acción colectiva disruptiva. Tienden a ser reacias al riesgo y siempre aconsejan a la gente a mantenerse dentro de la ley. Durante los primeros meses de existencia del sindicato de inquilinxs coexistimos pacíficamente, pero en la pandemia, nuestros desacuerdos estratégicos se hicieron cada vez más fuertes. Cuando millones de personas perdieron sus empleos y se encontraron en riesgo de desalojo , no creímos que hubiera ninguna forma de bajo riesgo para defender sus intereses dentro del sistema.
En la carrera enfurecida por responder a la pandemia en marzo, la junta del sindicato de inquilinxs había respaldado el concepto de organizar a lxs inquilinxs para que exigieran a las personas propietarias una reducción de las rentas y, poco después, empezamos a organizar huelgas de renta. Aunque no lo dijeron abiertamente, las organizaciones sin fines de lucro tenían reservas sustanciales a la hora de fomentar el no pago masivo de las rentas. Habían obtenido contratos con el gobierno municipal para ayudar a distribuir fondos de asistencia para la renta, lo que les hizo especialmente reacias a decirle a las personas que no pagaran. Con las organizaciones sin fines de lucro negándose a apoyar activamente el movimiento de huelga de rentas, la mayoría de la membresía de las juntas de estas organizaciones no se organizaron para participar, y nosotrxs nos convertimos en la única fuerza del sindicato comprometida con la campaña. Desgraciadamente, en lugar de tener una discusión honesta sobre nuestras diferencias, dejamos que estas se agravaran. Las organizaciones sin fines de lucro utilizaron el pretexto de los conflictos interpersonales para organizar una purga y sacar a nuestrxs miembrxs de la junta, lo que irónicamente también resultó en más miembrxs renunciando.
Además de la división política entre nosotrxs y las organizaciones sin fines de lucro, había una importante división institucional en el movimiento de inquilinxs. Mientras organizabamos un nuevo cuadro de líderes inquilinxs, no había forma de incorporarlxs a la vida del sindicato de inquilinxs. Antes de la pandemia, cualquiera podía acudir a una reunión de la sección, conocer a algunas de las personas que lideran y conectarse con la organización en general. Pero durante la pandemia, las reuniones regulares cesaron y nunca se trasladaron a las plataformas digitales. Convocamos algunas llamadas sobre la campaña de cancelación de la renta, pero debido a que las organizaciones sin fines de lucro se mantuvieron fuera, la mayoría de las personas que lideran en el sindicato no estuvieron ahí para conectarse con la gente que se estaba activando. Las personas líderes de la huelga de renta estaban deseosas de conectarse con otrxs inquilinxs en la lucha y expandir esta lucha a más edificios, pero el sindicato de inquilinxs no estaba proporcionando una plataforma para hacerlo. La preocupación por el trabajo burocrático -como la aprobación de los estatutos, la asignación de diversos cargos oficiales y la relación con otras organizaciones sin fines de lucro- impedía conectar con el movimiento que estaba surgiendo.
Decidimos cortar los lazos con el Sindicato de Inquilinxs de DC en septiembre y, desde nuestra salida, hemos estado llevando a cabo reuniones para un nuevo comité organizador regional, con representantes de la mayoría de las propiedades en las que estamos trabajando. Hemos explicado la situación con el Sindicato de Inquilinxs de DC a la mayoría de lxs líderes inquilinxs, y a ningunx le ha importado mucho. Lo que les importa a lxs inquilinxs que organicemos es su relación con las personas específicas que aparecen para ayudarles en sus luchas, no los nombres que utilizamos para describir nuestro trabajo. Ahora tenemos optimismo y creemos que podemos construir una nueva organización de inquilinxs que sea realmente autónoma de la financiación estatal y de las fundaciones.
En un momento dado, muchxs de nosotrxs creímos que si queríamos trabajar con los inquilinxs de la clase trabajadora, debíamos hacerlo con organizaciones establecidas que ya tuvieran relaciones con las comunidades pertinentes. Estábamos deseosxs de asociarnos con las ONG porque creíamos que eran un canal necesario para conectar con las personas que esperábamos organizar. Pero mal entendimos el papel que desempeñan las organizaciones sin fines de lucro: estas están destinadas a estabilizar el sistema, lo que las pone en contradicción con nuestros intentos de fomentar la agitación social. Pensábamos que las instituciones nos ofrecerían credibilidad, pero resulta que la credibilidad en realidad proviene de las relaciones y de la creación de confianza con la gente. Al final, no necesitábamos el permiso de nadie para construir una base, sólo necesitábamos tomar la decisión de ir a hablar con lxs inquilinxs, hacer buenas preguntas y demostrar que estábamos sinceramente comprometidxs a apoyar sus luchas.
“¿Qué pasa con la gente que se endeuda para pagar su renta? ¿Quienes están empleadxs informalmente?, ¿Quienes son indocumentadxs? Nadie debería perder su casa. Si el desalojo es una crisis de salud pública durante la pandemia, entonces el desalojo debería de ser ilegal, y punto.”
Roger, Tivoli Gardens, D.C
Negociación colectiva
A lo largo de todo este proceso de organización, nos hemos esforzado por negociar colectivamente con las personas propietarias, con resultados decididamente mixtos. Ya habíamos mantenido algunas conversaciones preliminares con un par de empresas de administración de propiedades, pero se habían negado a realmente negociar con lxs inquilinxs; prefirieron sermonearnos sobre cómo eran buenas personas, en realidad. Nadie estaba dispuestx a renunciar a las rentas atrasadas durante los primeros meses. En julio, una empresa por fin nos dijo que estaba dispuesta a discutir un plan de pagos que cancelara parte de la renta que lxs inquilinxs poseían si accedían a pagar algo. Lxs inquilinxs estaban dispuestxs a mantener una discusión seria sobre este punto, pero la persona propietaria insistió en que tenían que pagar inmediatamente la renta mensual en su totalidad más los pagos de sus deudas, todo ello mientras lxs inquilinxs seguían teniendo menos ingresos que en marzo y con la extensión del desempleo a punto de agotarse. Lxs inquilinxs no podían aceptar pagar un dinero que no tenían, y la negociación se vino abajo. En otro grupo de edificios, lxs odiadxs administradorxs de la propiedad fueron destituidxs y la empresa que tiene previsto hacerse cargo de la nueva administración ha intentado llegar a un acuerdo con nosotrxs, pero no ha impresionado a lxs inquilinxs con sus ofertas.
A veces la negociación funciona como una trampa. En otro gran complejo de viviendas, la administración dio a entender que estaba dispuesta a negociar en septiembre, y el comité de inquilinxs frenó muchas de sus actividades de organización porque creía que la persona propietaria estaba dispuesta a escuchar. Tras un mes de espera, la persona propetaria anunció que no iba a negociar, y lxs inquilinxs se quedaron desmovilizadxs, desanimadxs y desorientadxs. Aquel comité aprendió una valiosa lección: nuestra capacidad para cambiar las cosas no proviene de tener un asiento en la mesa, sino de crear problemas. Ahora han vuelto a comprometerse a ampliar la huelga de la renta y a realizar acciones directas. A veces conseguimos concesiones significativas sin negociar. En agosto nos manifestamos en la casa de Chris Donatelli, el promotor detrás de Park 7, un edificio en el que llevamos tres años organizándonos. Unas semanas más tarde, lxs inquilinxs fueron informadxs de que si tenían un saldo pendiente, cualquier renta que pagaran contaría doble y que si pagaban la renta mensual de octubre, noviembre y diciembre, cualquier deuda de renta que tuvieran sería perdonada, ¡y ni siquiera tenían que firmar nada! No obstante, la huelga de la renta continúa ahí.
Parece poco probable que podamos resolver las huelgas de la renta mediante negociaciones privadas con las personas propietarias. En teoría, podemos imaginar un acuerdo sobre el pago parcial que satisfaga a un gran número de huelguistas de renta, pero en la práctica, lxs dueñxs no han estado dispuestxs a ofrecer suficiente perdón para resolver las cosas. En última instancia, la cuestión tendrá que resolverse en la arena política, y el destino del movimiento depende de si los responsables políticos deciden sancionar el desalojo masivo, socorrer a las personas propietarias u obligarles a perdonar la renta (o en qué proporción hacen las tres cosas). Las personas propietarias se mostraron mucho más dispuestxs a hacer concesiones de pago de renta cuando se extendieron las suspensiones de desalojo y quedó claro que no podrían amenazar a lxs inquilinxs para que pagaran. Hasta ahora, la protección de los inquilinxs contra los desalojos se ha mantenido firme en DC, en parte gracias a la fuerza de nuestra organización y, en menor medida, a su entorno inmediato, pero los gobiernos siguen postergando una confrontación ante un problema difícil y se han negado a ofrecer soluciones a largo plazo. No creemos que las personas propietarias vayan a hacer concesiones lo suficientemente fuertes mientras crean que van a recuperar la amenaza de desalojo.
Así que la lucha política continúa. A finales de octubre, lideramos una marcha de 200 inquilinxs hasta la casa de la alcaldesa de DC, exigiendo que tomara acción para cancelar las rentas. Al mes siguiente, la moratoria de los desalojos se prorrogó hasta el verano de 2021, y el Distrito puso en marcha un nuevo programa de 10 millones de dólares para asistencia en el pago de renta. Este programa tenía una característica importante: cubrir el 80% de la renta atrasada que debían lxs inquilinxs, pero exigía a lxs dueñxs que perdonaran el 20% restante. Si este enfoque se replica ampliamente, podría ser un modelo utilizado por ciudades y estados para hacer que los escasos fondos de ayuda para la renta lleguen más lejos y limitar el grado en que subvencionan a lxs propietarixs rentables.
Estamos conscientes de que los gobiernos locales están sometidos a una presión fiscal extrema en estos momentos, y lo que hagan depende en gran medida del tipo de medidas de estímulo que apruebe el gobierno federal. En el último proyecto de ley de ayuda aprobado a finales de diciembre, el Congreso asignó 25.000 millones de dólares para ayudas al pago de renta. Ahora, esos fondos tienen que ser repartidos por las autoridades locales, y los detalles de cómo se hará serán probablemente un nuevo frente por el que tendremos que luchar. El enorme aumento de fondos probablemente alterará cómo abordamos los programas de ayuda para el pago de renta, pero es demasiado pronto para decir exactamente cómo. El control demócrata del gobierno federal hace posible pensar que un futuro paquete de estímulo podría incluir aún más ayudas al pago de renta, quizás incluso lo suficiente para evitar una crisis de desalojos. Por supuesto, no contaremos con ello, y ya nos hemos movilizado para asegurarnos de que la Casa Blanca y lxs líderes del Congreso sientan la presión de lxs inquilinxs. No esperamos conseguir nada del gobierno sin luchar por ello.
Todavía estamos pensando en los detalles de nuestra estrategia política, pero no vamos a pasar a cabildear para conseguir alguna legislación. Creemos que el poder político proviene de la organización de lxs no organizadxs y que lxs inquilinxs ganarán todo lo que quieran ganar haciendo huelgas de renta, luchando contra los desalojos y perturbando el mercado de la vivienda. Cuando tengamos que cabildear, lo haremos desde la calle.
PULLQUOTE:
”Trabajo en una institución financiera y veo lo fácil que es para las pequeñas empresas recibir dinero, incluyendo a nuestrx propietarix. Sin embargo, aquí estamos nosotrxs, luchando por llegar a fin de mes. Muchxs de mis vecinxs no cualifican para recibir ayuda para la renta. Muchas personas no cumplen con los requisitos y no han recibido ningún tipo de ayuda gubernamental. Acudimos a ustedes porque tienen la capacidad de hacer estos cambios para su gente”.
Yajaira, New Hampshire y First Apartments, D.C.
PARTE 3: Aprendiendo a liderar
Estructura y espontaneidad
Siempre hemos creído que todas las reformas sociales importantes en Estados Unidos se han ganado gracias a las rebeliones de lxs pobres en medio de grandes crisis sociales y económicas, y no gracias a la paciente abogacía dentro del ámbito legislativo. Cuando nos enfrentamos a una crisis económica sin precedentes, es importante recordar cómo la clase trabajadora estadounidense consiguió un estado de bienestar en las profundidades de la Gran Depresión; después de años de inacción del gobierno ante el desempleo desenfrenado, miles de personas asaltaron sus oficinas locales de bienestar social, exigiendo ayuda con una protesta disruptiva y alborotada. Enfocadxs en hacer a las élites económicas sentir su dolor, marcharon en las fábricas exigiendo trabajo y lucharon contra la policía para detener los desalojos. Estas legiones de desempleadxs se negaron a retroceder cuando los gobiernos locales dijeron que no tenían dinero, y tras meses de prolongadas protestas, los municipios cedieron repartiendo ayuda. Estxs funcionarixs locales se dieron la vuelta y rogaron a los gobiernos estatales y federales que les dieran más dinero, lo que finalmente condujo al gasto masivo del New Deal. Otras protestas similares constituyeron la columna vertebral de las batallas laborales de los años 30, el largo movimiento por los derechos civiles de los años 60, la lucha contra el SIDA en los años 80-90 y los levantamientos contra la policía de nuestra época.
Ninguna de estas protestas se produjo a través de los canales (legales) establecidos, y la mayoría de estas protestas fueron denunciadas por lxs respetables líderes que pretendían representar a la gente en las calles. No fueron iniciadas por sindicatos, partidos políticos o grupos comunitarios, sino por gente común y corriente que desafió las reglas de la vida cotidiana y se levantó contra sus opresorxs. Antes de la pandemia, habríamos sostenido que estas luchas eran en gran medida espontáneas, el resultado de enormes cambios estructurales en marcha durante años que estallan de forma impredecible. Hasta cierto punto seguimos pensando que eso es cierto, pero después de los últimos diez meses nos hemos dado cuenta de que este tipo de desafío no se produce automáticamente. Las circunstancias históricas que escapan a nuestro control ciertamente desempeñan un papel, pero después de haber vivido y organizado un gran estallido de protesta, estamos convencidxs de que es necesario organizar la voluntad de lucha.
Obviamente, esto genera tensión frente a las perspectivas predominantes de las organizaciones sin fines de lucro y las organizaciones comunitarias, que sostienen que la gente “se organiza por sí misma” y sabe intuitivamente cómo ganar mejores condiciones. Si eso fuera cierto, no estaríamos pagando 2.000 dólares al mes de renta. Obviamente, creemos que la gente de la clase trabajadora sabe lo que necesita pero, tras décadas de derrotas y desorganización, muy poca gente sabe cómo conseguirlo. Incluso lxs líderes naturales necesitan práctica y entrenamiento, pero muy pocas personas que viven hoy en día tienen alguna experiencia real con la auto-organización. La sociedad capitalista desorganiza activamente a la gente en casi todas las facetas de su vida, y la mayoría de la gente necesita un empujón para romper la norma.
Entonces, ¿quién puede organizar una rebelión? Las instituciones que integran a las clases explotadas en la sociedad civil nunca han estado dispuestas a empujar a las masas a la acción disruptiva, y no vemos que eso vaya a cambiar pronto -sólo hay que ver el llamado a la “protesta pacífica” de este verano por parte de organizaciones sin fines de lucro y grupos comunitarios. Pero ser escépticx con las instituciones y las organizaciones de membresía en masa no significa que el liderazgo no sea real, sino que el liderazgo necesario para alimentar las protestas y construir movimientos es diferente del que producen las organizaciones burocráticas. Y para empujar a la gente a actuar a la escala necesaria para forzar el cambio que necesitamos, hemos tenido que construir una organización basada en el liderazgo orgánico. El liderazgo orgánico no se basa en ocupar un puesto oficial dentro de una institución, y no se construye para representar a la gente ante el ayuntamiento o el gobierno o un proveedor de subvenciones: se trata de mover a la gente a pasar a la acción.
Durante el caos de marzo y abril, aún había que convencer a la gente de que se sumará a la huelga de la renta. Puede que la crisis haya trastornado la vida cotidiana de lxs inquilinxs y lxs haya hecho más abiertxs a nuestras ideas, pero la crisis no hizo el trabajo por nosotros. Todavía teníamos que proponer un plan, responder a las preguntas obvias que la gente tenía sobre nuestra estrategia (“¿No nos van a desalojar a todxs?”, por ejemplo), y empujarlxs a seguir. Pero desde el principio comprendimos que no íbamos a ser lxs persuasorxs más eficaces. Cuando nos enfrentamos a una decisión difícil, la gente tiende a buscar la ayuda de las personas que conoce y en las que confía y respeta. Todxs tendemos a seguir a las personas con las que nos relacionamos, y podemos utilizar esta idea para guiar nuestra estrategia de organización. Los comités que establecimos funcionan porque cada uno de esxs líderes tiene una red de inquilinxs en su edificio. La estructura de nuestra organización está hecha de relaciones humanas reales, no de dinero, reglas y oficinas burocráticas.
Nuestro papel como organizadorxs es persuadir a lxs líderes orgánicos de que la acción radical es necesaria y posible, conseguir que se auto-identifiquen como lxs líderes para que puedan mover sus redes a la acción también, y luego vincularse con otrxs líderes emergentes. En este proceso, no conseguimos nada si renunciamos a nuestro propio papel de líderes y a las responsabilidades que ello conlleva, es decir, atraer a más gente a la lucha y formar más líderes enseñándoles lo que hemos aprendido. Eso significa alejarse del tipo de horizontalismo vulgar que tiende a prevalecer en los espacios de activismo y acercarse a una estructura que realmente pueda sostener la participación en masa. La democracia depende del liderazgo: la acción colectiva no se produce si nadie toma la iniciativa de reunir a la gente, proponer opciones y crear consenso. El liderazgo no es una suma cero, y el liderazgo de una persona no tiene por qué producirse a expensas de otra, ya que lxs buenxs líderes deberían crear más líderes.
Reconocer esto ha significado reflexionar sobre nuestro propio papel como líderes, tanto en nuestra organización como en el movimiento de inquilinxs en general. Una vez que aceptamos que teníamos que liderar, nos tomamos en serio la tarea de aprender a liderar con eficacia. Todxs nosotrxs llegamos a este trabajo con diferentes habilidades, y averiguar cuáles podemos desarrollar y cuáles podemos pasar a otros ha alterado completamente la escala de nuestra organización. A medida que nuestra base de voluntarixs se fue ampliando, comprendimos mejor que nunca que lxs organizadores también deben ser organizados. Lxs organizadores también tienen sentimientos, y todxs necesitamos ayuda para superar los momentos de miedo, duda y desesperación que nos hacen perder el rumbo. Como cualquier otra persona, lxs organizadorxs necesitan que se les controle, se les motive y se les recuerde que deben presentarse si quieren seguir un plan. Fundamentalmente, estamos ejecutando el mismo programa con todos, tanto con lxs líderes de lxs inquilinos como con lxs voluntarixs organizadores: lxs estamos organizando con los mismos métodos y lxs estamos formando en las mismas habilidades. Esta lección nos ha ayudado a relacionarnos con las personas que intentamos organizar y a superar el binomio poco útil del organizadorx y la persona organizada. Trabajar dentro de un levantamiento en masas nos ha ayudado a clarificar nuestro papel: queremos construir una organización de organizadorxs integrada en la vida diaria de la clase trabajadora, que pueda difundir las lecciones que hemos aprendido y ayudar a la gente a ponerse en movimiento y ganar lo que pueda cuando se presenten las oportunidades.
Nos ha conmovido profundamente lo que lxs líderes de los comités de inquilinxs han dicho en nuestras reuniones regionales sobre la auto-identificación como “líderes” por primera vez, y nosotrxs mismxs estamos pasando por un momento así. El aislamiento de la pandemia ha hecho que construir esas relaciones sea aún más importante para nosotrxs. Como dijo una persona miembrx del comité en una de nuestras llamadas de autoreflexión sobre el liderazgo y la creación del comité, a veces ser líder significa ir primero. En esta pandemia nos hemos tomado esto muy en serio y hemos llegado a comprender mucho mejor nuestro propio papel en la lucha.
Al mismo tiempo, no somos indiferentes alas divisiones, sobre todo de raza y clase, que han seguido separando a los inquilinxs de base de lxs voluntarixs de la organización. En parte son producto de la DSA y de las redes de activistas de las que surgió SOS; en parte han sido perpetuadaspor las estructuras organizativas que hemos puesto en marcha, por razones justificadas, en las que lxs voluntarixs se reúnen en cuadrillas mientras lxs inquilinxs operan en comités a nivel de edificio. Reconocemos el problema: nuestro objetivo a largo plazo es erosionar gradualmente y eventualmente superar esta distinción incorporando cada vez más inquilinxs a la maquinaria de capacitación y organización de SOS. Sin embargo, también entendemos que este problema es uno fundamental en la izquierda estadounidense, y que a largo plazo sólo puede resolverse creando nuevas formas de organización que no se limiten a reproducir la blancura y la composición de clase profesional de los grupos de izquierda existentes. Las ideas para abordar estas cuestiones más populares en la izquierda hoy en día -por ejemplo, las capacitación de tipo corporativo, o la dependencia en el lenguaje extraído de estudios académicos sobre raza- parecen claramente insuficientes y, en nuestra organización, esencialmente irrelevantes. Hay algo que nos da un motivo para tener esperanza: a medida que nuestra organización se ha ido ampliando, también lo ha hecho el papel de lxs inquilinxs a la hora de establecer la agenda, tomar decisiones y dar forma al trabajo diario. Estamos comprometidxs a continuar este proceso, porque sin él el movimiento de los inquilinxs no puede expandirse.
“Estás otorgando el dinero a la gente equivocada. El dinero tiene que venir a nosotrxs. El cheque de estímulo de 600 dólares, algunxs lo reciben, otrxs no. Pero si nadie paga la renta, nos desalojan a todxs. Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Vamos a vivir en tiendas de campaña? ¿Vamos a quedarnos sin hogar con nuestrxs bebés? Ponte en nuestro lugar, ¿cómo te sentirías?”
Barbara, Marbury Plaza, D.C.
Su papel en la lucha
Nunca ha habido un momento más oportuno para organizarse en nuestras vidas. Este verano, una multitud de personas de la clase trabajadora demostraron que estaban dispuestxs a alterar el status quo al manifestarse frente a los asesinatos policiales, frente a los desalojos, frente a la pandemia. Creemos que estamos en una encrucijada como no habíamos visto desde la década de 1960. Este verano, millones de personas marcharon, saquearon y se manifestaron día tras día para protestar contra la brutalidad policial. El CDC se metió por primera vez en el tema de la vivienda y se vio obligado a decretar una suspensión de los desalojos sin precedentes en todo el país, debido a la amenaza inmediata de que aumentaran los disturbios civiles. En Washington, DC, donde se suele ver miles de desalojos al año, no ha habido ni un solo desalojo legal desde marzo. En nuestra ciudad hay más edificios en huelga de pagos de renta de los que hemos visto desde la década de 1970.
Por muy inspiradxs que estemos, entendemos que sólo hemos ganado un aplazamiento. Millones de personas siguen en riesgo de desalojo este año y seguirán en riesgo a menos que se les perdone la renta atrasada que deben. No confiamos en que el gobierno de Biden o el liderazgo del Congreso tengan el deseo de hacer lo que hay que hacer, y no tenemos ningún interés en ser socixs menores obedientes. Hemos visto lo cómodas que se sienten las élites políticas con un número de muertes que se acerca al medio millón, siempre y cuando el mercado de valores resurja. Estamos entrando en un momento decisivo que determinará quién paga la crisis, y no vamos a tener la oportunidad de votar por ello. Lo que sí tenemos es la amenaza de la disrupción, que es lo único que nos ha hecho ganar el cambio social que hemos necesitado en este país. Rara vez se dan coyunturas sociales como esta en las que podamos influir, por lo que debemos aprovechar el momento y tratar de conseguir todas las victorias que podamos en este momento. La alternativa es la muerte, la enfermedad y la destitución.
En el pasado, hemos evitado reconocer nuestro propio liderazgo en el movimiento de inquilinxs y decirle a la gente lo que tiene que hacer. Pero la crisis actual nos pide que seamos sincerxs: deberían hacer lo que hemos estado haciendo, tanto por su bien como por el nuestro. El futuro de la democracia y del planeta depende de nuestra voluntad de alzarnos y hacer escándalo, no de registrar a la gente para que vote o reformando el Partido Demócrata. Ahora mismo, justo delante de su puerta, hay masas de personas dispuestas a luchar. ¿Va a impulsarlxs a hacerlo?